DE MORDAZAS Y TRAJES NBQ


Las personas, seres dotados de raciocinio y pensamiento crítico, somos muy dadas a emitir juicios continuamente. Nuestras apreciaciones varían desde lo más banal y trivial (el nuevo corte de pelo/tatuaje de una superestrella deportiva, el injerto capilar de no sé quién o, en general, todo lo que lleve el adjetivo rosa detrás del término prensa) a aquello que es decisivo para que siga girando la rueda que mueve el mundo (la globalización, las guerras, los desplazamientos poblacionales, el cambio climático, etc.). Este abanico de temas permite, en teoría, moverse de la frivolidad más descarada a la gravedad y la afectación más solemnes. Así, corresponde a cada cual saber discernir qué tono y qué intención le damos a nuestras palabras según lo que se esté tratando. Sin embargo, el problema viene cuando aparecen los censores.  
Estos personajes suelen ser individuos con el carácter agriado que disponen de un suministro ilimitado de mordazas para repartir. Su continua suspicacia respecto de las opiniones de los otros, que “sorprendentemente” suelen ser contrarias a la suya, obliga a estos últimos a tener que justificarse por todo. Y lo cierto es que tengo la impresión de que impera una necesidad generalizada de demostrar que uno no es culpable o partícipe de nada. Esta sensación se refuerza en el terreno de las RRSS, sobre todo en Twitter. Cualquier comentario en determinado momento o contexto desafortunado desata toda una ola de censores que de inmediato lleva a su emisor a alegar que él no es machista/xenófobo/homófobo (y todos los supremacistas istas y vergonzosos fobos con los que quieran rellenar la lista).  
Aun así, con la mordaza no basta. El reciente éxito de la serie de HBO Chernobyl nos mostraba el procedimiento llevado a cabo en ese monstruo industrial para minimizar los daños de la explosión nuclear. Los que se expusieron debían embutirse en trajes antirradiación para reducir el impacto físico en su organismo. Pues bien, cuando uno se expone en público (o simplemente da su opinión, más o menos acertada, sobre cierto asunto) da la sensación de que, como los que se adentraron en la central tras el accidente, se interna en zona peligrosa. Las radiaciones verbales y morales a las que se expone lo inducen a una completa esterilización e inmunización ante los posibles reproches o atrevidas acusaciones que le puedan llover. 
Por eso, uno no puede evitar preguntarse si todo ese recelo, toda esa desconfianza y todo ese estado permanente de alerta no ocultan la afinidad del dedo acusador con el delito que imputa al presunto -ista/-fóbo. ¿Será que en este caso al excusatio non petitaaccusatio manifesta le sobra ese non? 

Sociego
Burgos, 14 de julio de 2019

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