Hace apenas unos días, se anunció quién daría vida
al nuevo James Bond en la pantalla grande. Siendo Bond 25 la última película en
la que el británico Daniel Craig se enfundará el traje del agente 007, era
necesario buscarle un relevo. Y ese sustituto será nada más y menos que una
mujer. Una mujer negra. Parece que al final la responsabilidad (y el honor) de
encarnar al noveno JB de la saga recaerá sobre Lashana Lynch (Captain Marvel).
Lynch, que además será la primera chica Bond negra en la despedida de Craig,
deberá convencer a los fans a la hora de pedir ese mítico “vodka con Martini
seco, mezclado no agitado” (curioso que en la versión original sea al revés).
Tras el anuncio (no oficial pero casi), la polémica se desató en RRSS. En este
caso, creo que la reacción está más que justificada.
Personalmente, me opongo a esta decisión. Ya me
indignaba bastante que la oscarizada Moonlight y la más reciente Black Panther
(nominada en la edición de los Óscar de 2019) hayan reavivado el afán por
dárselas de inclusivos en el Hollywood actual. Quede por delante que no tengo
nada en contra de la comunidad negra y de hecho apoyo que las nuevas
producciones introduzcan personajes afroamericanos o “morenos” —como diría
Clint Eastwood en la genial Gran Torino—. Pero opino igual sobre los
caracteres homosexuales, trans, asiáticos, musulmanes, etc. A menudo eclipsados
por los blancos, poseen idéntico derecho a la visibilidad que estos. Lo que me
parece intolerable es que, por ceñirse a esta moda de la corrección política,
deformen y alteren la idiosincrasia de personajes del cine tradicional. Y es
que Bond no ha sido el único en sufrir semejante dislate. Si seguimos con el
mismo color, encontraremos pululando por ahí al nuevo Lando Calrissian de
Disney (Solo: A Star Wars Story), que, creyéndose dueña y señora de la mítica
saga galáctica, tuvo la “feliz” idea de adscribirlo a la pansexualidad (bromas
de un romance con un droide de por medio). Señores de Disney, que Lando ya era
negro... ¿no habría dado más juego liar a Han Solo con Chewbacca? Eso sí que
habría sido todo un Martini agitado.
Esta tendencia, sin embargo, no es en absoluto
inédita. Ya en 1998, durante el proceso de casting para The Matrix, se barajó
muy seriamente la opción de que Will Smith protagonizase la cinta. Al final, el
intérprete rechazó el papel porque ya se hallaba involucrado en otro proyecto
(la fallida Wild, Wild West). Como no podía haber blanco sin negro, compensaron
la elección de Keanu Reeves en el papel principal contratando a Laurence Fishburne
en el rol de Morfeo, mentor de Neo (Keanu Reeves). Nihil novum sub sole...
Filípicas aparte, quiero dejar claro que el cine,
como reflejo de la realidad, debe adaptarse a los tiempos modernos (otra gran
película, miren). Aún queda mucho por delante, pero afortunadamente el legado
de Emmeline Pankhurst o de Rosa Parks sigue muy vigente. Nos podemos
enorgullecer de que, salvo ominosas excepciones, somos una sociedad abierta,
tolerante y respetuosa, donde hombres, mujeres, transexuales, negros, blancos,
amarillos, gays y bisexuales gozan de los mismos derechos y libertades. De ahí
que sea completamente asumible y normal que surjan personajes de diferentes
sexos y razas. ¿Por qué no puede haber “oscuros” en Alderaan, chinos en el
Nueva York de Spider-Man, homosexuales en los Siete Reinos o superheroínas en
Gotham City? Con lo que no trago es la iniciativa de maquillar a un agente
secreto o pervertir a un contrabandista socarrón solo para darle más
colorido/diversidad a un lienzo que nunca lo exigió.
Sociego
Burgos, 28 de julio de 2019
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