Tras una reciente crisis de pareja, acaban de superar sus
problemas y han decidido celebrar su reconciliación. Él la ha invitado a una
paseo nocturno a la luz de la hoguera. Para inmortalizar el momento, le piden a
un transeúnte que les tire una foto desde su iPhone de última generación.
—«Decid 'patata'»
—«¡PATATA!»
Él pone su mejor sonrisa. Ella simplemente está en éxtasis.
Entonces pasa el repartidor de comida, quien tal vez se
dirija a un domicilio donde viva otra parejita feliz. Se desplaza en bici, porque
es más ecológico (y porque a la empresa le sale mucho más rentable).
Llega y llama a la puerta. Le abren.
—«Aquí tienen su pedido, señores. Son ... euros».
—«De acuerdo. Tome. Gracias».
—«Este por lo menos es de los educados» —piensa el
trabajador.
En casa se frotan las manos mientras despachan al
repartidor con una mirada mezcla de compasión y suficiencia. Sienten cierta
lástima, pero al fin y al cabo ellos no tienen la culpa —o creen no tenerla— de
que haya acabado así, acarreando fardos de precocinados. Afilan sus colmillos y
se disponen a disfrutar del banquete. Lobos que devoran y Caperucitas que los
sufren.
Comentaba una usuaria de Twitter que este par de imágenes
eran «el retrato de una época». Fueron tomadas en Barcelona esta semana,
durante los disturbios a raíz del veredicto de la sentencia del «procés». Yo no
sé si ilustran una época, pero de lo que sí estoy seguro es que veo a España.
La misma vieja España de siempre. Dos Nerones resuelven sus diferencias
mientras un tercero carga cabizbajo y olvidado con las culpas de los dos
anteriores. Elijan ustedes a los actores, pero sepan que los roles llevan ya
cogidos desde la original. Este no es más que otro nuevo remake.
Sociego,
Salamanca,
20 de octubre de 2019
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