DEUS EX MACHINA

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Esta semana, leía en el diario británico The Guardian un artículo que confirmaba la coautoría del Enrique VIII de Shakespeare. Un profesor de la Academia de Ciencias de la República Checa ha comprobado, mediante IAque un tal John Fletcher, coetáneo de “el Bardo” y también dramaturgo, escribió un porcentaje bastante significativo de pasajes de la obra. 
Lo que me indigna no es el hecho en sí, sino la soberbia y la rotundidad que se arroga para asegurarlo. Ya en el siglo XIX, una hipótesis previa de otro analista literario defendió que el estilo Shakespeare presentaba concomitancias con el de Fletcher. En este sentido, interesa apuntar que no hay por qué escandalizarse. La apropiación literaria no es nada nuevo: se sabe que Dumas padre disponía de hasta sesenta y tres negros como narra Santiago Posteguillo en su maravilloso anecdotario La noche en que Frankenstein leyó el QuijoteAsimismo, Juan Manuel de Prada, en su artículo “Los casos más sorprendentes de negros literarios (octubre de 2018), relata cómo el escritor Gregorio Martínez Sierra admitió haber empleado como negra a su esposa. Tales son las suspicacias en torno al tema que incluso se especula con que a Ken Follett (Los pilares de la Tierra, La caída de los gigantes, etc.) le escriben parte de sus mastodónticas novelas. Tampoco sería de extrañar. Un inciso: aprovecho la mención a Posteguillo para exaltar su figura por encima de la de Follett (lean a ambos y juzguen por sí mismos). 
Como decía, creo que lo más preocupante de la noticia es el hecho de apoyarse en la IA para “hacer Ciencia de la literatura”Es cierto que el estilo literario comporta una serie de patrones melódicos, silábicos, léxicos, etc. que sí se pueden analizar en rigor; pero reducir el caos y la imprevisibilidad del genio creador a la mera sistematización es un auténtico disparate. Además, no se puede encorsetar la prosa de un autor; pues este, en cualquier momento, puede variarla a su antojo. ¿Quién sabe si en este caso Shakespeare tan solo buscaba el mero homenaje a Fletcher? Porque ¿al final qué es la genialidad artística si no crear a partir de lo ya dicho? Rescataba Javier Cercas, en el artículo del pasado 1 de diciembre, una cita del crítico literario francés Roland Barthes: “un escritor es quien encadena citas quitando las comillas”A fin de cuentas, eso es quizá lo que hizo Shakespeare bajo la influencia de su homólogo. 
Y aunque no fuera así, y suponiendo que efectivamente la hipótesis esté en lo correcto, me pregunto: ¿y ahora qué? ¿vamos a caer en posturas inquisitoriales? ¿vamos a analizar compulsivamente todo lo que nos llegue? Si Fletcher le dejó a Shakespeare medio trabajo hecho, ¿cuál es el problema? Solo existe una única forma de saberlo: preguntar directamente a ambos. Como me temo que eso no es posible, teniendo en cuenta que ya han pasado más de tres siglos desde su adiós, no queda otra que caer en el más enconado escepticismo.  
Tradicionalmente, en el teatro se echaba mano de un recurso conocido como Deus ex machina. Mediante él, un personaje que encarnaba a una divinidad emergía en el escenario desde la tramoyasolucionando todo el embrollo de la obra. De seguir así, el Dios que zanje cualquier asunto será la propia máquinaPor ello, lo que no debemos tolerar es que sean ellas quienes tengan la última palabraPara eso ya contamos con la de Shakespeare… 

Sociego, 
Burgos, 8 de diciembre de 2019 

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