REEMBOLSO

Se cuenta que la Virgen María no era en realidad virgen. Antes del matrimonioella y José ya habían estrenado el lechoMaría, desconociendo los designios que el Señor le tenía reservadosse entregó por completo a la pasión carnal. Poco después, se sabe que él cómplice venial la repudió en privado al saber de la noticia de su embarazo. Resultó que había sufrido a dos sementalesuno humano, José, y otro divino, el Espíritu SantoFue este último, precisamente, quien persuadió al primero de quedarse con ella: ¿quién abandonaría a la madre del Mesías? Pasaban los meses y, mientras tanto, en el vientre de esta Virgen apócrifa se gestaban dos salvadores: el de la virilidad de José y el de toda la humanidad que, así dicho, suena muy grave.  
La espera cesó un día que no interesa rescatar –y que luego pasaría a la historia como un 25 de diciembreAunque se esperaba cada uno de los dos alumbramientos para fechas diferentes, pues la concepción del uno no coincidía con la del otro, el mundano arrastró al divino y acabaron viendo la luz a la vez. Juntos pero no revueltos. Alterados, en cambio, se encontraban los “afortunados” padres. No podían consentir tal ignominia ante la atenta mirada del Altísimo y, por ende, de sus humildes siervos. Jesús, que así fue como llamaron al hijo deseado, estaba destinado a ser el sacro Fruto del vientre de María. El unigénito Jesús. ¿Qué era eso de compartir útero con otro? Un hermano que, además, era solo de carne frente al otro, que, aunque de la misma materia, representaba la materialización del Santo Padre en la Tierra. Por suerte para la pareja, reinaba entonces en Judea, lugar de nacimiento de los dos niños, el cruel romano Herodes. Este monarca montó en cólera cuando unos magos de Oriente se personaron en su palacio preguntando por el recién nacido “Rey de los judíos”. Se volvió entonces la noticia asunto de Estado y, seguro ya de la llegada del Mesías, pidió a los exóticos visitantes que acudieran a visitar al neonato y lo informasen acerca de su paradero. Cuenta un tal Mateo que los Reyes Magos, habiendo seguido la estrella hasta Belén y habiendo adorado al Niñoobedecieron a un oráculo que les conminó a retornar para siempre a sus dominios. Pero el poder del vil metal y el inesperado embarazo en la Sagrada Familia contradicen esta versión.  
Postrados ante el pesebre en el portal de Belén, los Reyes, a quienes Herodes había planteado una suculenta oferta, estuvieron tentados de regresar ante él y contarle todo. José y María, que de las debilidades humanas sabían bastante, presintieron sus intenciones y decidieron acordar un pacto. Así, seducidos unos por el soborno del gobernante y otros por la posibilidad de librarse de “el indeseado”, convinieron entregar al hermano de Jesús haciéndolo pasar por el hijo de Dios. Por supuesto, con el consentimiento de este último, que, para prevenir la sangrienta matanza de los bebés belenitas, accedió. Les sorprendió la frialdad con la que los padres despacharon a “el indeseado”, a quien solo Jesús parecía haber tomado cierto afecto, pero pronto se les pasó el sobrecogimiento. A continuación, se dirigieron al palacio herodiano, donde recibieron lo prometido a través de la guardia personal del déspotaDe “el indeseado” no se volvió a saber nada más por razones evidentes. Lo demás ocurrió tal y como lo relatan: Jesús creció y cumplió con su misión, redimiendo a la humanidad para toda la eternidad. Por eso hoy se celebra la Navidad y hay practicantes del cristianismo. 
¿Pero qué fue de los Reyes Magos después de todo esto? Bien, se podría decir que vivieron felices y comieron perdices (y faisanes, y caviar, y marisco) por los siglos de los siglos. AménPues amén no, porque acabaron lamentándose de su decisión. Con un enorme peso de conciencia, emplearon largo tiempo meditando cómo descargar esa losa. Y fue Gaspar, el menos avispado de los tres ironías de la vida, el que dio con la solución. Deberían purgar sus culpas a través de la misma vía por la que habían arreglado aquel chanchullo. Propuso entonces a Melchor y Baltasar un acuerdo con todos los padres del mundo. Una vez al año, allá por el mes de enero, unos sembrarían la ilusión mientras otros devolvían todo el dinero recibido de Herodes. De esta forma, recompensarían con regalos a quienes encarnaban el espíritu de aquel que sacrificaron, el espíritu de la infancia. Tras consultarlo con representantes de Progenitores del Mundo Unidos, quienes se mostraron encantados, cerraron la operación. Dicen que eran tantas las riquezas que se les entregaron que aún no han terminado de reinvertirlas todas. Ojalá que sigan fundiendo su tesoro y, con ellopagando su traición. 

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