Versión original (español):
Hay una figura retórica que consiste en designar la parte por el todo. Aunque los teóricos literarios no se ponen de acuerdo con la terminología (algo habitual en ellos), suele denominársela metonimia o sinécdoque. Así pues, creo que muchos de los que escuchamos el discurso de Trump del pasado lunes pudimos detectar una flagrante sinécdoque –o, al menos, esa es la sensación que a uno le queda–. Su demonización de las protestas a raíz del asesinato de George Floyd es esa flagrante sinécdoque. Porque esta oleada de manifestaciones no se reduce a «anarquistas profesionales, turbas violentas, pirómanos, saqueadores, criminales, alborotadores, antifas» y demás ralea, como dijo Mr. President. No, esto va mucho más allá. Esto va sobre Rosa Parks, sobre Emmett Till, sobre George Brown, sobre Luther King, sobre Trayvon Martin, sobre Freddie Gray, sobre George Floyd y otros muchos tantos.
Pero ojo, que lo de las odiosas generalizaciones también puede trasladarse al otro extremo. En una ponencia TED, la profesora afroamericana Candis Watts Smith disertaba acerca de los prejuicios en torno al racismo en los Estados Unidos. Entre otras cosas, advertía de la famosa preconcepción de que la mayoría de los racistas blancos estadounidenses se encuentran en el sur (Mississippi, Alabama, Texas, etc.). Según las estadísticas mostradas, el racismo actual –datos de 2016– también prevalece en otros estados (y no precisamente sureños, como Maine, Pennsylvania u Ohio). El movimiento Black Lives Matter –cuyas intenciones respaldo, pero no íntegramente su ideología– es quien está encabezando todas estas recientes protestas. El mismo que debería velar por que estas se realicen de forma pacífica, pues ante esta coyuntura a la violencia no se le responde con más violencia. Y así de hecho lo han demostrado los manifestantes de Houston –ciudad texana y sureña por antonomasia, curiosamente–, que han predicado con el indispensable mensaje de «nosotros no somos como vosotros». Entiendo que en determinadas situaciones la violencia acaba volviéndose necesaria si de verdad se quieren cambiar las cosas –como sucedió al inicio de la Revolución francesa, por ejemplo–, pero creo que no es este el caso.
Lo más irónico del discurso de Trump fue su supuesta «empatía» con cierta enfermera temerosa de salir de casa. Y es que, mediante el totalmente impostado recurso de confraternizar con los sanitarios que han lidiado con esta nefasta pandemia, ha tratado de crear una falsa noción de solidaridad. El mismo tipo que se mostró tan renuente al confinamiento con tal de evitar la paralización de la actividad económica ahora es el más fiel compañero de fatigas de todos esos sanitarios. Algo anda mal cuando el capital prima sobre la cápita.
Por otra parte, no deja de ser contradictorio que se proclame a sí mismo como «paladín del orden y la ley» mientras se vale de ellos como pretexto para la implantación de medidas de corte autoritario a través de la represión policial. Sin duda, un perfecto caldo de cultivo para el fascismo. Recuerden los disturbios de Detroit en el 67. ¿Les suena familiar? Por supuesto que no apoyo las atrocidades de los antifas y demás grupos radicales, pero también pienso que no se ha de dar pábulo al salvajismo en nombre de «el orden y la ley». Defender la legalidad desde la brutalidad no es más que establecer una nueva (y escalofriante) legalidad. Es, en definitiva, legalizar la ilegalidad. Con esto, no acuso a Trump de incurrir en esta falta, pero sí de propiciar las condiciones para ello. Y es que este individuo es un peligro para la verdadera democracia estadounidense, la de los «Padres Fundadores», la de la Convención de Filadelfia del 87, la de Tocqueville o la de la Civil Rights Act del 64.
Quizá una de las consecuencias más deplorables de esta crisis sea el aumento de una tensión social ya de por sí tirante. Salvando las diferencias, lo hemos visto también aquí. Ahí tienen las peleas callejeras entre «las dos Españas», el eterno lastre de este país. Es evidente que los cacerolos poseían igual derecho de expresar su descontento con el actual Gobierno como los otros de apoyarlo, pero eso no justifica las marrullerías barriobajeras que se han dado en ciertos barrios, como las del madrileño Moratalaz. Desde luego, tampoco ayudan demasiado los escraches en los domicilios de algunos políticos ni las actitudes de encono y enfrentamiento esgrimidas por algunos provocadores natos, tanto de uno como de otro lado. Parece que algunos estén buscando otra guerra civil, como si no hubiéramos tenido suficiente con la del 36.
Por eso, los ciudadanos debemos seguir muy alerta. El lamentable episodio de George Floyd solo ha sido un aviso de los muchos que vendrán durante los próximos meses. Como diría Bob Dylan, «the times they are a-changin’». No dejemos que nos arrastren consigo. Nos jugamos Minneapolis y, con ello, Little Rock, Selma o Detroit; nos jugamos nuestras democracias y, con ellas, nuestras Constituciones; nos jugamos, en definitiva, lo más importante de todo: nuestra humanidad (y aquí sí vale tomar la parte por el todo).
Sociego,
Burgos, 7 de junio de 2020
English version:
There is a figure of speech based on taking the part for the whole. Although literary theorists do not always agree on the terminology (something typical of them), it is usually referred to as metonymy or synecdoche. I think that many of us who listened to Trump’s speech last Monday could find –or at least feel‒ a flagrant metonymy, to wit: his condemnation of the protests triggered by George Floyd’s murder is that flagrant metonymy. Because that wave of demonstrations is not merely reduced to “professional anarchists, violent mobs, arsonists, looters, criminals, rioters, ANTIFAs” and the like, as Mr. President said. No, this goes much further. This is about Rosa Parks, about Emmett Till, about George Brown, about Luther King, about Trayvon Martin, about Freddie Gray, about George Floyd himself and many others.
Mind you, because odious
generalizations can also be transferred to the other side. In a TED talk,
Afroamerican professor Candis Watts Smith discussed prejudices on racism in the
USA. Amongst other things, she noted the famous cliché that most white-skin
racists are still found in the South (Mississippi, Alabama, Texas, etc.).
According to the statistics she showed, current racism ‒2016 data‒ also
prevails in other states (and not precisely the southern ones, but others such
as Maine, Pennsylvania, or Ohio). The Black Lives Matter movement –whose
intentions I support, but not its entire ideology‒ is leading all these recent
protests; and it should oversee that these are made in a pacific way,
since in such situations violence shall not be repelled with more violence. In
fact, this has been proved by Houston demonstrators –Texan and southern city par
excellence, surprisingly‒, who have advocated for the very important message of
“we are not like you”. I understand that in certain moments violence turns out
to be necessary if there is an actual will of getting things changed –as it
occurred at the beginning of the French Revolution, for instance‒, but I
believe that is not the case.
The most ironic thing about
Trump’s speech was his supposed “sympathy” towards a nurse who was afraid of
leaving her home. By using the totally pretended strategy of fraternizing with
health-care workers who have coped with this disastrous pandemic, he has tried to
create a fake notion of solidarity. The same guy who was so reluctant to
confinement in order to avoid the stagnation of economic activity is now the
most loyal partner to all those workers. Something goes wrong when capital
rules over capita.
But then again, it is still contradictory that he proclaims himself as a “law & order crusader” while he uses them as an excuse to implement authoritarian measures through police repression. Undoubtedly, a perfect brew for fascism. Remember the Detroit riots in the 67’. Does it sound familiar to you? Of course, I do not support either ANTIFAs atrocities or any other radical group, but I also think barbarism should not be invoked in the name of “law & order”. To defend legality from brutality means establishing a new (and chilling) legality, which, in the end, equals legalizing illegality. By this, I am not accusing Trump of incurring in this offense, but indeed of enabling the conditions for it. Because this man is a danger to the authentic North American democracy, that of the “Founding Fathers”, the one of the Philadelphia Convention in 1787, the one of Tocqueville’s or the one of the Civil Rights Act from 1964.
Perhaps one of the most regrettable consequences about this crisis is the rising of a social tension
which was tight enough. To bridge the gap, we have also witnessed it here. There you have it, street fights between “the two Spains”, the eternal
burden of this country. It is obvious that cacerolos (protesters furnished with pans) have also the right to vent their dissatisfaction towards the current government as the others
were in their right to support it, but that does not justify low-class glibness
happened in certain neighborhoods, such as Moratalaz in Madrid. Of course,
neither the public demonstrations held on some politicians’ houses, nor spite and
confrontation attitudes by certain natural-born provokers from both political sides speak too much in favor of all of this. Sometimes, it seems that the long shadow of a new civil war lurks just around the corner, as if we did not have enough with the one of
1936.
For this reason, we citizens must continue to remain alert. George Floyd's pitiful event has only been a warning of many others to come during the next months. As Bob Dylan would say, “the times they are a-changin’”. Do not let them drag us with them. We are risking Minneapolis, and, so are, at the same time, Little Rock, Selma or Detroit; we are risking our democracies, and with them, our Constitutions; we are risking, at the end, the most important of all: our humanity (and now we can take the part for the whole).
Sociego,
Burgos, 7 de
junio de 2020
Me ha gustado este artículo. El autor ha puesto de relieve en el artículo los eventos calientes que ocurren, y ha quedado objetivo.
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