Imagínense la siguiente situación: un abusón hace la vida imposible a otros chavales. Las víctimas, cansadas ya de su despotismo, recurren a su hermano mayor o a una figura equivalente para que lo intimide. Así, el verdugo termina por convertirse en la presa. Y es que «siempre hay un pez más grande», que decía Qui-Gon Jinn en Star Wars: The Phantom Menace. Algo similar sucede con algunos de nuestros políticos.
Hace poco, sostuve una pequeña
discusión —sin heridos, no se preocupen— acerca de si es mejor combatir al abusón
o rehuir el conflicto. En esos casos, yo abogo por eludir siempre el enfrentamiento. Me declaro firme
partidario de la conciliación, si bien entiendo que, en algunas sociedades, condicionadas
y marcadas por cierto pasado, las brasas son aún tan candentes que cuesta extinguir
la llama. La otra postura, en cambio, venía a defender la actitud de los que, para mí, son
azuzadores. Argumentaba, pues, que la mejor manera de confrontar al matón es demostrarle
que no se le tiene miedo. Ilustraba además su tesis con un ejemplo que, aunque
poco pertinente en el contexto de nuestra conversación, me resultó llamativo:
«No puedes denunciar el Holocausto yendo a Taiwán». Y es que lo califico de poco
pertinente precisamente porque creo que el Holocausto no es un arma que
utilicen determinados partidos o ideologías para demonizar a otros de signo
contrario. Negacionistas y neonazis aparte, ¿alguien en su sano juicio se
apoyaría en el genocidio antisemita para amparar sus propias ideas?
Con
todo, no creo que agitar e increpar a la muchedumbre que a su vez hace gala del
más puro matonismo sea la mejor solución. Siguiendo con la analogía del abusón
y sus víctimas, ¿de verdad creen que, en caso de que su hijo o su hermano pequeño
sufriesen acoso, la forma más apropiada de detenerlo consistiría en apalizar a
su verdugo? Y es que, igual que la violencia no se frena con más violencia, tampoco
los insultos, las amenazas, las chulerías y el desprecio se contrarrestan con
actitudes provocadoras y desafiantes. O, al menos, eso creo.
Así
lo comprobamos con el caso de VOX en Oñate, baluarte de la izquierda abertzale
y proetarra. La diputada nacional Macarena Olona, entre otros miembros
del partido, replicó a las hostilidades de algunos asistentes al acto tachándolos
de «cachorros de ETA». En mi opinión, comportamientos como ese solo fomentan el
odio. Y aquí rompo una lanza en favor de ese viejo dicho, «No hay mejor
desprecio que no hacer aprecio». En este sentido, creo que ningún español desearía
volver a caer en uno de los eternos males endémicos de este país: el cainismo.
No quiero ser malpensado, pero me cuesta tragarme el paripé. Con todos los pueblos
que hay en el País Vasco, ¿VOX no podía haber buscado otro lugar más
propicio, digámoslo así, para celebrar su acto de campaña? Es evidente que Oñate
no era el sitio más adecuado para rascar votos —de ahí mis sospechas—. De todos
modos, no es la primera vez que un político se adentra en la «boca del lobo»
para hacer campaña. Así ocurrió también con Albert Rivera, exlíder de Ciudadanos,
quien se refirió al secretario general y a los simpatizantes de Sortu
como violentos proetarras justo antes de un mitin en Rentería —otro bastión de
los abertzales—. De hecho, hubo quienes vieron en este juicio una
provocación. A tanto ya no me atrevo. Desde luego, como defendió el propio
Rivera, tanto su partido como VOX la pasada semana se encontraban en su pleno
derecho de comparecer con libertad allá donde les pluguiera. Sin embargo, y
desde mi punto de vista, lo peligroso no es tanto la intención como las formas.
Y
es que, más allá del problema de ETA —en el que, todo hay que decirlo, el gobierno
apenas ha hecho por la reconciliación y el cierre de heridas—, nunca es bueno
dar cancha al matón. ¿Acaso no han vivido nunca la experiencia de estar discutiendo
con alguien para comprobar cómo, según replicaban al otro, la cosa subía de tono
e incluso se les acababa yendo de las manos? De igual manera, pregúntense qué
es lo más conveniente en esas situaciones: ¿echar más leña al fuego o dejar que
poco a poco este se extinga con el frío de la indiferencia?
Burgos,
19 de julio de 2020
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