Seguro
que todos ustedes han sufrido una experiencia traumática alguna vez. Quizá hayan
presenciado algún episodio como el ahogamiento de un bañista en una piscina, la
autodestrucción de un suicida o el diagnóstico de una enfermedad terminal a
alguien cercano; o, sin ponernos tan trágicos, simplemente hayan tenido alguna
mala experiencia con una comida, una sustancia, un profesor, un compañero de
clase o un colega de trabajo. En cualquier caso, es probable que hayan hecho lo posible por borrarlo
de su mente. La impronta del recuerdo seguirá ahí, diseminada en algún resquicio
de su conciencia, pero puede que a partir de entonces hayan intentado evitar el
lugar donde lo vivieron. Esto mismo fue lo que recientemente me ocurrió. Sin
entrar en detalles, solo les diré que la revisitación —prefiero este
término a revisita, siéndoles sincero— junto a un amigo de un espacio como
el de esas situaciones me impelió a escribir el presente texto.
Kurt
Vonnegut, en su célebre novela Slaughterhouse-Five (aquí
traducida como Matadero cinco), idea el planeta Tralfamadore, donde
pasado, presente y futuro se hallan imbricados en un mismo círculo. Se da así
una alternancia continua e infinita en la que el presente es al mismo tiempo
pasado y futuro. Al margen del aspecto lúdico, las potencialidades del universo
tralfamadoriano son inmensas. De hecho, en un momento dado llega a afirmar que
llorar por los muertos carece de sentido, pues continúan vivos, congelados eternamente
en la rueda del Tiempo. Así sucede con nuestros recuerdos. La diferencia es que
estos se originan en el pasado y despiertan de forma esporádica en el presente.
En el fondo, son como la antítesis de una biela: adelante-atrás, adelante-atrás.
De ahí que, con otra concepción de la cronología —una como la de los
tralfamadorianos, por ejemplo—, el impacto de nuestras memorias resultaría casi
inexistente. Sin embargo, estamos condenados a la línea continua y unidireccional
del judeocristianismo. Una desgracia, supongo. Imagínense algo similar con el
espacio. Plantéense cómo sería nuestro entorno si cada lugar contuviera a su
vez todos los demás lugares de este mundo —algo así como el Aleph de Borges—. Una
anécdota como la anterior sería inviable. Las revisitaciones, pues, se
antojarían imposibles.
Ahora
que está en boga revisar el pasado (o, para los sesquipedalistas, revisionar),
les propongo que hagan lo mismo con su propia historia. En mi caso, ese regreso
contribuyó a teñir de otro tono aquel lugar. Las connotaciones y los
sentimientos que en mí suscitaba adquirieron otro matiz. Tal vez por la
compañía, tal vez por el momento, pero terminé por convencerme de que de nada servía
rehuirlo. Es más, creo que es bueno buscar otra nueva ocasión. Cada uno sabrá
de dónde desea evadirse, pero no es mala idea regresar a donde se fue infeliz
por una temporada. Es cierto que algunos sitios nos persiguen de por vida: la estancia
donde falleció no sé quién, las aulas donde fracasé, el bar donde me desenamoré,
etc. Aun así, opino que incluso lo más funesto puede desvanecerse durante unos
instantes. De vez en cuando, conviene mirar en retrospectiva y contrastar con
el presente. Quién sabe si algún día la misma estancia-sepulcro será la cuna de
nuestros hijos; las aulas de la impotencia adolescente, el hábitat de una futura
vocación docente; o el bar del desengaño, un reinicio. Evadirse es una liberación,
pero también una carga. Allá donde esta se persigue, subyace un miedo incomprensible.
De ahí que actitudes como la de eludir escenarios fatídicos —«escenas de crimen»,
por así decirlo— no nos lleven, a la larga, a un crecimiento completo.
No
me cabe duda de que, en caso de haber vivido en un Aleph, nunca habría llegado
a valorar este redescubrimiento. Lo mejor fue que llegamos a aquel lugar
después de un agradable paseo. La foto que nos hicimos no empañó en absoluto mi
tarde. A partir de ahora, cada vez que la contemple, mis percepciones mutarán. Es
más, quizá le añada una nota: «de cuando volví a verlo con otros ojos». Pruébenlo,
les aseguro que es terapéutico.
Sociego,
Burgos,
12 de julio de 2020
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